martes, 30 de octubre de 2007

ENTREVISTA A ANDRÉS LIMA (CÍA. ANIMALARIO)

Revista Entreacte núm. 135, abril 2006

Felicidades por los innumerables premios recibidos este último lustro, en especial por vuestra última propuesta, “Hamelín”, con 4 Max y el Premio Nacional de Teatro 2005. ¿Sirven para algo?
¡Hombre, espero! Espero que sirvan para algo (ríe). Los premios son siempre una lotería, y en los MAX hay cientos de espectáculos presentados, aunque sí que hay un sentir general que enorgullece más al que lo recibe porque se lo da la gente de teatro. Independientemente de esto, creo que a una compañía le sirve de mucho, sobretodo a una compañía independiente, con una economía limitada ya que impulsa la venta de funciones.

En Animalario habéis hecho desde los inicios una apuesta muy decidida por la nueva creación. ¿Crees que en España la salud de la inventiva, de la creación teatral, es buena?
Sí. Creo que la inventiva es muy buena. Pero pienso que tanto empresarios como artistas somos miedosos y muchas veces no nos atrevemos con lo nuevo. Y esto tiene sus razones. Normalmente los exhibidores dependen de la Administración, y normalmente no tienen ni idea de teatro, y normalmente programan una figura conocida o una obra comercial para asegurarse el público y su puesto político. Todo está enrarecido de tal manera que está aceptado que sea así y no parece que vaya a cambiar por el momento. Y respecto a los autores, en definitiva todo es una cadena, es una cuestión de causa y efecto. Creo que hay muchos y buenos autores y, la mayoría de ellos desconocidos, con textos que se pierden en las salas de lecturas y en los comités de selección, e incluso en los cajones de los propios autores, al no considerarse suficientemente comerciales. Es necesario que vaya surgiendo el texto contemporáneo porque ha de entrenarse en la salas de teatro.

¿El teatro debe articularse preferentemente sobre compañías estables o sobre intérpretes independientes?
Yo creo que todo cabe. Cataluña es un ejemplo de teatro independiente, de compañías que han salido adelante en base a su propia creación. Madrid es un ejemplo de empresario individual, que es lo que predomina. Pienso que la mezcla de los dos sería ideal. Lo importante es saber que hay gente que quiere hacer su propio teatro.

¿El teatro de corte más popular, como “Alejandro y Ana”, se puede llegar a excluir con otro de corte más intelectual?
Yo estoy muy contento de que “Alejandro y Ana” y “Hamelín” han llegado a ser teatro popular, aunque esta catalogación viene después de haber estrenado la obra de teatro. Es una apuesta personal de Animalario, y pensamos que lo que nos inquieta y que el mundo que nos rodea también inquietará a los demás. En el teatro, que es un arte humanista, no creo que nada excluya a nada.

¿Crees que el teatro debe recibir ayudas estatales o que debe subsistir por él mismo para tratar de preservar su independencia?
Pienso que debe recibir ayudas aunque creo que fundamentalmente su fuente principal de ingresos debe ser el público. Lo que ha pasado durante muchos años, desde que se inició la política de subvenciones, la gente se dio cuenta de que podía sobrevivir a base del dinero público, y eso es un teatro muy “falso”. Las subvenciones han de ser justas y proporcionales, porque si el Estado ayuda a la cultura ayuda a crear una sociedad mejor, evidentemente.

¿Cuál es la función que debe ejercer el teatro clásico? ¿Y el teatro contemporáneo?
Pues no sé, sinceramente. A mi el teatro clásico no puedo decir que no me guste. Me gusta. Lo que cuestiono es la institución del teatro clásico. ¿Por qué existe un teatro clásico nacional y no un teatro infantil nacional o un teatro contemporáneo nacional? Creo que deben existir centros dramáticos que potencien la cultura teatral en general, la propia y la extranjera. Pero el teatro clásico ha sido una moneda de cambio, una cosa copiada de los ingleses, que tienen muy arraigado a Shakespeare, y que se ha convertido en la vía de rescate de muchas obras que están muy bien pero en otros casos en una cosa muy aburrida para compañías de teatro escolar.

¿Qué aceptación crees que tiene el teatro español en el extranjero? ¿Cuál debería tener?
Creo que no tienen ni idea de lo que hacemos. Se exporta poco el teatro español, no tiene mucha salida. No sé si es que nos llaman poco o si es que nos empujamos poco a salir fuera. Mi experiencia, cuando he salido fuera, es que les pillas por sorpresa. Creo que hay mucha inquietud. Estuve invitado en el Royal Court a seguir unos cursos y ellos llevan pujando durante mucho tiempo, no sé si es que ya han cansado, para establecer una comunicación, una vía de intercambio de textos, de traducción, etc. pero no lo han conseguido nunca ni con el Centro Dramático ni con nadie. Ahora con Gerardo Vera sé que están más en contacto pero durante mucho tiempo no hemos tenido la más mínima inquietud por salir fuera, intercambiar y saber que pasaba por el mundo.

¿Qué función ejerce la industria del cine respecto al teatro?
Fundamentalmente en poder potenciar a determinados actores para que los conozca un gran público y después tener más público en el teatro. Pero debería haber más corriente. Como ahora nosotros tenemos cierta relevancia como compañía los directores de cine nos preguntan, y hemos aprovechado para pincharles para que vayan al teatro, que no todos van. Por suerte ahora hay una serie de directores de casting que conocen ambos mundos. Hay gente joven que está dirigiendo cine y que ha trabajado con nosotros, como David Serrano, que no se cortó en pedirnos hacer de ayudante de dirección en “Alejandro y Ana” y “Pornografía barata” porque quería ver el aspecto teatral para después aplicarlo en sus películas. La última película que ha rodado, “Días de cine”, es muy teatral. Creo que hay algo bonito en ese intercambio, y que debería potenciarse más.

¿Cómo definirías la situación actual del teatro? ¿Arte, industria o supervivencia?
Hay todavía mucho de supervivencia. Por ejemplo, ahora mismo nosotros estamos de moda pero sabemos que eso se acaba, que aquí las cosas se pasan de moda muy rápido. La gente nos pide mucho la función pero no podemos tener un plan a un año vista. La subsistencia para las compañías es muy difícil, estás muy presionado fiscalmente y necesitas un engranaje muy grande para algo que es relativamente pequeño. Necesitas una inversión de dinero desproporcionada. No tenemos ni siquiera un local de ensayos porque no podemos pagarlo. Nosotros hacemos un tipo de teatro en el que invertimos todo lo que ganamos. De hecho intentamos no ser caros por eso, porque se volvería contra nosotros mismos la propuesta. Tampoco nos parece bien ser caros por mucho que tengamos actores como Guillermo Toledo, nos da igual. Todos cobramos lo mismo, y podemos hacer una función con 7 actores y 5 técnicos más el conductor porque todo el caché lo reinvertimos en actores. Eso provoca que te quedes al descubierto de oficina, etc. Para empresas como Stage Holding, que produce espectáculos como “Mamma mia”, y para algunas más, supongo que sí es industria; pero para el teatro entendido como arte y como cultura todavía no creo que se pueda hablar de industria.

Leí que invertisteis en uno de vuestros primeros montajes, “El fin de los sueños”, todo lo que habías ganado como actores de televisión.
Sí. Nos quedamos a dos velas (ríe). Veníamos de haber hecho por primera vez teatro juntos. Willy, Alberto y yo ahorramos dinero del que habíamos ganado en televisión, hicimos la obra y lo perdimos todo. Pero por otro lado, si no hubiéramos hecho eso, no creo que nos hubiéramos consolidado como compañía.

¿Qué estás leyendo ahora, Andrés?
Ayer me regalaron "Telenny", de Oscar Wilde, que me voy a leer, y también estoy leyendo mucho a Sade.

¿Y la última película que has visto?
Munich, de Spielberg, que recomiendo vivamente.

Muchas gracias, Andrés.
A vosotros.

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